Como su nombre indica, se trata de un establecimiento humilde y de perfil discreto que desentona un poco con la marca personal de Adrián Herrera, su chef y dueño. Con todo, y aunque no sea el tipo de lugar del que se pueda esperar un servicio de lujo, es perfecto para disfrutar de una comida abundante y de buenas bebidas en un ambiente relajado y agradable. La cocina, pues, es rústica, con platos caseros como las encacahuatadas, con sabor a frutos secos, o los empalmes, rellenos de un tierno y jugoso guiso de cabrito, los cuales resultan irresistibles aunque el emplatado no sea del todo elegante.