Este encantador local acondicionado en una casita de 1940 del distrito del arte está siempre a reventar. Se trata de un bistró de atmósfera informal y horario ininterrumpido con mesas y sombrillas instaladas en una calle adornada de con papel picado, barra para el café y una vitrina con delicias como conchas, croissants y donas. También hay propuestas más sustanciosas: tablas de quesos y carnes frías, ensaladas, sándwiches y pizza al horno de leña. Para el brunch (de viernes a domingo), pide los chilaquiles servidos en una sartén con crujientes totopos de maíz amarillo en salsa de chile morita, acompañados de láminas de cordero asado y un consomé al estilo del Valle de Guadalupe. El bolillo recién horneado es ideal para sopear en el caldo.